miércoles, 19 de agosto de 2015

Santa Catalina 1320

A veces siento preciso
recordar los cordones de ayer,
con su agua corriendo, de vecinos desagües
y mis barcos de papel.

Recordar mis rodillas raspadas,
en viejos adoquines
del hermoso imperfecto empedrado,
y la pelota picando a su placer.

Aquellas viejas bicicletas,
saltando pozos a granel,
con amigos de vereda y preciadas aventuras
que nos vieron crecer.

Allí me veo sentado aún,
esperando la hora de comer,
mientras trabajo con mi hermana,
en las pulseras de colores hechas con cables de ENTEL.

Aún sueño con las guerras de Juan Pablo,
y sus disparos de gomera detrás de una pared;
las reuniones en el refugio de Leandro;
las ruedas viejas, los vidrios rotos...
...y en la terraza, su taller.

Y sé que allí también hubo sombras,
gritos, muerte y llanto,
locuras y dolores sin querer
que marcaron nuestra historia
y hoy son marcas en la piel.

Pero es camino del andante,
y no es cuestión de merecer.
No existe ninguna obra de arte,
que no deforme su figura
a golpes de martillo y fino cincel.

Hoy me toca recordar
aquellas interminables escondidas
que jugamos más de una vez,
con mis primos en toda la cuadra
de Santa Catalina 1320.
Hoy allí quiero volver.

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