Hay veces,
que me distraigo mirando mis dedos
y busco en mis huellas las marcas de tus manos,
inútilmente,
porque no tengo eso de ti.
Hay veces,
que observo en vano mi rostro y no encuentro
la finura exagerada de tus gestos,
ciertamente,
porque no tengo eso de ti.
Hay veces,
que trato de peinarme a tu manera,
de reír a tu modo,
de conversar como tú,
y aunque intente mil maneras de cargarme tu aspecto,
es inútil,
no hay manera de parecerme a ti.
Pero hay otras veces,
en aquellos momentos más profundos,
como cuando doy un abrazo,
cuando muevo mi pluma,
cuando doy un consejo,
o simplemente ayudo a un amigo...
En esos gestos que salen del centro,
en la mano extendida,
en el corazón vivo,
cuando lloro y camino,
cuando soy el de adentro...
Es entonces que siento,
y casi puedo convencerme
de que tú estás,
cotidianamente,
cuando intento orgulloso parecerme.
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