domingo, 24 de mayo de 2015

De gotas y luz (o Tú y Yo)

Las gotas se retumbaron sobre las oxidadas chapas de mi esperanza,
y me acordé de tus lágrimas, tantas veces derramadas en vano.
Fue por mí que has secado tus mares en días tristes.
Fue mi culpa tu dolor.
Esa idea atormentó sin permiso
mi tranquilo momento.

La lluvia me recordó aquellas penas que van quedando atrás
y que hoy intentan ser sólo rocío en nuestro césped.
Lentamente vamos construyendo nuestro sol,
dándole lugar al fulgor
que secará esos pensamientos
que ya no son bienvenidos.

Y eres tu...
quien ha devuelto la imagen de mis espejos,
quien promete reescribir los senderos,
quien abrió las ventanas de mis encierros.
Eres tú, amada mía,
quien encarna mis propósitos,
quien se iluminará de mi nueva luz,
quien me abrazará en las noches,
cuando no me sienta tan eterno.

Por los recovecos de mis puertas apareció el fulgor.
La luz se coló por los baches de aquellos días.
Y aquellos mares que ayer ahogaron mis cosechas
hoy nutren mis cientos de parques de siembra,
dulcemente,
desde tus lágrimas de alegría.

Y soy yo...
quien encontrará las llaves de tus secretos,
quien descubrirá islas en tus mares,
y oasis en tus desiertos.
Soy yo, amada mía,
quien te sostendrá en cada tropiezo,
y alejará los fantasmas de tus miedos.

Soy yo,
quien tratará de convertir en rosas cada lamento,
quien te amará por siempre,
y te cuidará dulcemente
en todo momento.

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